No hay
más ruido en el callejón que el del fuego. Llamas que devoran nuestro hogar y
deshacen nuestra revolución a cenizas que nadie recordará, ni siquiera yo.
Ella
intenta contener el llanto, pero las lágrimas logran florecer en sus ojos y
derramarse por las mejillas hasta fallecer bajo el mentón. Su maquillaje está
deshecho, su respiración es irregular y su cuerpo tiembla, amenazando con
derrumbarse.
Ella
fue la que comenzó el proyecto de propaganda y manifestaciones contra en el
bando sublevado. Ella y su encanto fueron los responsables de que Federico y yo
nos uniéramos a la causa. Y ahora es ella quien contempla cómo el enemigo
incinera sus panfletos de esperanza. La miro y sólo veo a la chica buena de
película que se queda fuera, a la intemperie, mientras los malos ganan. En un
arrebato de amor, alargo mi mano en busca de la suya. Sin embargo, Federico se
me ha adelantado.
-Tendremos
que huir –murmuro, rompiendo el silencio.
Ambos
desvían su atención hacia mis palabras, confusos.
-¿Huir?
¿Adónde?-pregunta ella, que jamás ha viajado fuera de la ciudad.
-Fuera de Granada. Fuera de
España, incluso.
He oído
de otros que se han visto obligados a coger una maleta y salir del país.
Algunos lo han logrado sin caer en las redes de los azules. No obstante, es nuestra única opción si lo que buscamos es
sobrevivir.
Ella se
lleva la mano a los labios y sofoca un grito. Me mira sin poder creerme y, a
continuación, se gira hacia Federico. Él nos contempla a ambos con su semblante
impasible. Parece distante, ausente.
-¿Vendrás,
Federico?-le pregunto, pero él no me escucha.
Se
vuelve hacia el edificio incendiado y todo su cuerpo se deshace en un suspiro.
-Federico-repito,
captando por fin su atención-. ¿Vendrás?
-No, yo
me quedo.
Ella jamás me querrá como quiere
a ese pobre poeta. En esta película, yo sólo seré el pianista fracasado que, al
oír una sirena estridente al final del callejón, tomó a la chica de la mano y
la sacó de la ciudad, del país.
Y, sin
embargo, allí quedó el poeta, con un verso de muerte escrito en la piel y un
suspiro de amor en los labios.
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