Te he soñado escapándote de la verdad; hoy tu imagen se vuelve diferente, tu recuerdo parece que se va lentamente; me siento un poco más valiente y a ti que me heriste, tal vez sin querer, te perdono porque sé perder.

viernes, 4 de mayo de 2018

No one need know



Allí estaba ella, con tan sólo un vaporoso vestido blanco, sentada en la proa. Las largas piernas meciéndose con la marea, los brazos apoyados en la barandilla de cubierta, oteando el horizonte. Me acerqué, atravesando torpemente mi propio velero, aunque quizá era simplemente su presencia, su elegante figura, la que me hacía sentir como un adolescente tímido y patoso, cuando ya rozaba el medio siglo. Me senté a su lado, justo a tiempo para contemplar el alba templado sobre el Mar Mediterráneo y escuchar un suspiro. Me miró, como muy pocas mujeres me han mirado alguna vez, entregándome con serenidad, sin prisas, todo el amor que albergaba su cuerpo a una hora tan temprana, y acercó sus labios a los míos. Fue un beso ligero, que pasó de puntillas por nuestro sórdido historial y, sin embargo, fue el que finalmente me puso de rodillas; figuradamente.

-Stay -le susurré, le imploré, a esa boca carnosa que no había sido capaz de alejarse.

Me acarició entonces, primero la barba, deteniéndose en los pocos pelos que habían logrado traspasar la barrera del rojo, hasta alcanzar y morir en el blanco; luego los rizos asalvajados. Yo cerré los ojos, porque no soportaba ver los suyos, que me decían “no puedo, no quiero, te quiero”. Al final de aquel día, ella partiría hacia una vida tranquila, de placeres sencillos, y yo tendría una vez más un corazón roto sobre el que crear lo que algún loco se atrevió a llamar música. Así era, tal y como ella dijo que sería, cuando aceptó fugarse conmigo… “Tan sólo por un año”.

Sus caricias cesaron, y sus manos regresaron a la posición en la que las había encontrado.

-I wanted to be a pirate when I was little -dijo, escondiendo una sonrisa nostálgica entre sus brazos.

-Not a mermaid?

-No… A pirate.

Podía imaginarla perfectamente con parche y pata de palo, gritando obscenidades, y también semidesnuda y arrastrando a lujuriosos marineros como yo hacia la muerte, pero había un porqué para aquella pregunta. Su aniñada expresión interrogante me obligó a confesar:

-Did you know you’re a sleepwalker?

-A sleepwalker?

-Yes.

Y me dispuse, como un irlandés ejemplar, a contar una buena historia, aunque sin arreglos ni florituras esta vez. Esta vez, ya había desnudado a la chica.

-Last night, I woke up and found you ready to jump into the sea –aquí añadí la pausa dramática que la ocasión requería-. I stopped you, but you kept resisting, saying that the mermaids were calling for you – aquí ella frunció deliciosamente el ceño-. I managed to take you back to bed and then you… Then you kindly suggested that we should make love.

-I believe I was fully awake when that happened -concluyó, dedicándome esa mirada y esa peligrosa curvatura de labios que significan “lo recuerdo bien, lo recuerdo todo”.

-Yes, I believe that, too.

De pronto, el sonido de un golpe procedente de la cabina desvió nuestra atención. Ella hizo el ademán de levantarse, pero la detuve. Me acerqué al origen del ruido y, justo cuando me disponía a revisar los controles, otro sonido sacudió al mar en calma: esta vez, el de un cuerpo cayendo al agua. Levanté la vista y no la vi, así que corrí hacia la proa y me asomé por la barandilla, pero no había ni rastro de ella. Ni burbujas, ni espuma.

Mi corazón había dejado de latir y ahora un sudor frío recorría mi cuerpo menudo, mientras me debatía entre saltar con o sin chaleco. Finalmente, la razón prevaleció, y regresé a la cabina. Cuando salí de nuevo a cubierta, allí estaba ella, sin su vaporoso vestido blanco, en la proa. Los brazos apoyados en la barandilla, el resto de su cuerpo fuera del barco y de mi vista… Sonriendo.

Entonces, comenzó a cantar.

Cold, cold water surrounds me now…

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