Te he soñado escapándote de la verdad; hoy tu imagen se vuelve diferente, tu recuerdo parece que se va lentamente; me siento un poco más valiente y a ti que me heriste, tal vez sin querer, te perdono porque sé perder.

lunes, 27 de abril de 2015

Si quieres olvidar... (2)

    Alguna vez he oído decir que cuando te persigue la Muerte eres capaz de correr kilómetros y kilómetros sin desfallecer. Es el instinto de supervivencia; y ese instinto nunca se agota.
    Alguna vez he oído decir, que cuando te persigue la Muerte pocas posibilidades tienes de escapar. El instinto de supervivencia es… Eso. Sólo un instinto.
    He oído decir muchas cosas, pero ninguna comparable a la desesperación, la angustia, la ansiedad de ser perseguida por la Muerte.


    Estoy corriendo por la playa. Es mi ejercicio matutino, pese a que renegué de él durante años. Poco a poco, la vida me ha ido arrebatando todos y cada uno de mis principios, hasta sólo quedar una figura endeble, que difícilmente se sostiene sobre dos piernas.
    La arena es dorada y suave, está amaneciendo, la bruma danza junto a las olas. Escucho su ir y venir constante, mientras me evado del cansancio analizando cada detalle del acantilado que se alza frente a mí. Su color blanquecino es prueba de la erosión, de los innumerables golpes que, como yo, ha sufrido a manos del mar. Ahora éste parece estar en calma, y sólo responde con débiles arañazos al sollozo de la piedra. Apenas hay salientes, y culmina en el verde escocés. Más allá, hay una casita blanca, el refugio de dos amantes espiados, con un tejado de pizarra. Me imagino viviendo en ella, siendo presa de la locura y lanzándome una noche de tempestad al vacío.
    Hace ya tiempo que sucumbo a ensoñaciones melancólicas.
    Llego al pie del acantilado, toco la roca humedecida y retomo la carrera. De pronto, siento que mi corazón se acelera, hasta el punto de que cada latido duele. Miro instintivamente hacia atrás y, como es de esperar, no hay nadie que en su sano juicio se aventure a correr a las cinco de la mañana. Sin embargo, no puedo suavizar el ritmo, la voz grave que antaño intentó guiarme hacia lo mejor, a la que tanto amé, ha despertado de un profundo sueño y me insta a seguir. Miro hacia atrás de nuevo, en vano, mientras que la ansiedad se acrecienta sin razón.
    Ah, mi razón. Ese pobre duende que se ha perdido en un bosque de bruma. Aún se sigue preguntando qué es lo que ocurre, quién nos persigue, por qué no paramos. Poco a poco, sus demandas de oxígeno cesan, hasta que me encuentro en blanco, abandonada al instinto… de supervivencia. De mis ojos manan ya las lágrimas y mi cuerpo, aunque sufre, persiste en su deseo de llegar al otro extremo de la playa. Sólo allí estaré a salvo del mal que habita bajo la arena.
    La ansiedad da paso a la desesperación y grito, pido auxilio, pero una vez más no hay nadie. Cierro los ojos, los violines de la Llamada comienzan a entonar su desgarradora melodía, y entonces ocurre.
    Siento una mano que se aferra a mi tobillo y me hace caer. Ya en la arena, sollozo, tiemblo a causa del miedo, pero intento avanzar. Mis piernas, después del brutal esfuerzo, no responden, sólo mis brazos me permiten arrastrarme como el triste ser en el que me he convertido. La mano regresa, junto a otra, y recorren mi espalda con vehemencia, hasta llegar al cuello. Ahí, al igual que a un pajarillo, intentan quebrarme. Grito, pero los dedos oprimen mis cuerdas vocales. Me retuerzo, pero ahora es un cuerpo el que me retiene. Con mis propias manos, encuentro las suyas e intento apartarlas, pero las fuerzas… Ya no quedan fuerzas… Ya no…
    Justo antes de morir, escucho su respiración serena en mi oído. Sus labios acarician mi mejilla, al tiempo que los violines, cesan.


    Despierto boca arriba, con la enésima caricia del mar. Me incorporo y miro al Sol, que bosteza. Como siguiendo un camino de migajas de pan, regreso a casa, apago el despertador de las siete y abro las cortinas.
    He vuelto a la vida, pero sería una estupidez pensar que no estoy muerta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario